13 de marzo de 2017

La maldad es una realidad evidente en nuestro mundo



La maldad es una realidad evidente en nuestro mundo

La maldad es una realidad evidente en nuestro mundo. Todos pecamos y estamos expuestos a traicionar la confianza de los demás. El pecado hiere las relaciones y nos aleja, por decisión propia, del amor de Dios. Hay en el pecado una tendencia “narcótica” que activa nuestro ego y enceguece nuestra conciencia con el engaño de creer que estamos en lo correcto. El pecado nos seduce con falsas verdades y dosis mínimas de felicidad. El pecado es un virus invasivo que aniquila lentamente lo que somos como personas, como familias y como comunidad.

Es por ello que Jesús exhorta a sus discípulos a ser compasivos “como el Padre de ustedes es compasivo” (v. 36). Debemos acoger con humildad y sin despreciar al que ha pecado o nos ha ofendido. La propuesta del “perdón” que hace Jesús en los evangelios es una especie de terapia progresiva que va de lo personal a lo comunitario, para desarraigar el mal que anida en el corazón humano. Su método está fundamentado en el diálogo de amor para salvar al hermano. La comunidad tiene la facultad de atar y desatar… es decir, tenemos el grandioso don de ayudar a los demás a liberarse de sus esclavitudes. Asimismo, contamos con la ayuda del Señor para lograr que nuestras vidas no se enrumben al fracaso del odio. En resumen: Jesús nos orienta a no quedarnos pasivos ante la realidad de pecado, llamar al hermano personalmente, dialogar en privado para salvar su honra, perdonarlo y orar para generar el cambio.

No pocas veces sacamos al aire los trapos sucios de nuestro prójimo sin haber dialogado antes con él. O lo peor, creemos ser los mejores para corregir a los demás, partiendo de nuestro rencor y soberbia. Jesús nos da las claves para salvar a nuestras familias… Tenemos aún mucho que aprender en nuestra vida cristiana, y Dios sigue contando con nosotros para construir un mundo fraterno. Démosle la oportunidad al amor.

Freddy Ramírez, cmf

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