12 de noviembre de 2019

AMOR Y COMUNIÓN



AMOR Y COMUNIÓN

Por José María Martín OSA

1.- La celebración de un misterio gozoso. Al comenzar la segunda parte del Tiempo Ordinario celebramos el domingo de la Santísima Trinidad. Es el misterio central de nuestra fe. Es muy conocida la leyenda de San Agustín meditando el misterio de la Santísima Trinidad en la playa: un niño trata de meter toda el agua del mar en un pequeño pozo. San Agustín le advierte que es imposible conseguir eso que se propone. El niño le responde que es todavía más difícil que el obispo de Hipona llegue a desentrañar el misterio en el que está pensando. Es muy probable que este suceso no ocurriera en realidad y que se trate de una leyenda piadosa. San Agustín escribió un inmenso tratado titulado “De Trinitate”. Tras una profunda y extensa reflexión llegó a la conclusión de que vemos estas cosas en espejo y en enigma, sólo podemos decir que “se nos presenta en el Padre el origen, en el Hijo la natividad, en el Espíritu Santo del Padre y del Hijo la comunidad, en los tres la igualdad”. La Trinidad es un misterio gozoso, que nos llena de alegría y de paz por dos razones: la primera, Dios es amor; la segunda, Dios es comunión entre personas.

2.- Dios es amor. En el Libro del Éxodo Moisés pronuncia el nombre del Señor. Los israelitas no se atrevían a pronunciar el nombre de Dios, pero aquí muestra su cercanía a Moisés y proclama que “Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Dios no es desde ahora un Dios distante, sino cercano al hombre. Juan en su evangelio proclama que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan vida eterna”. Cuando vino Jesús al mundo se presentó como un nuevo Moisés, pero con la diferencia de que conocía a Dios como nadie hasta ahora le había conocido…. Jesús nos enseñó a llamar a Dios con una confianza que es todo un atrevimiento. Nos dijo que cuando invocáramos a Dios le llamáramos “Abbá”, es decir “papaíto”. Lo que reveló Moisés en el Sinaí, cuando Dios dice de sí mismo que es compasivo, paciente y lleno de amor, se hace realidad en Jesús, el Hijo de Dios. Siendo nosotros injustos y pecadores, Cristo murió por nosotros. Esta es la mayor prueba de amor. Esta revelación debe llenarnos de confianza ante la muerte, pues Dios mandó a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por El.

3.- Dios es comunión entre personas. El misterio de unidad y comunión de Dios debe reflejarse también en nuestra vida. Somos muchos y distintos, pero estamos llamados a la unidad y comunión. Unidad no es uniformidad, sino riqueza de dones y carismas. Ninguna persona que quiera alcanzar la unión con Dios puede caer en la tentación de vivir aislado y dominado por su egoísmo individualista. Necesitamos la conexión con los otros, pues nadie puede llegar a Dios si no está en comunión con los hermanos. Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso. El misterio de Dios unidad y comunión debe trasladarse a nuestra manera de organizar justamente la sociedad. Nuestra fe en la Trinidad tiene consecuencias para la existencia del hombre en la tierra.

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